jueves, 3 de diciembre de 2009

Con un pie en el estribo hacia "San Francisco del Monte de Copiapó"... ¿Sabemos quién fue Nicolás Dávila?


En la víspera de la partida de la cabalgata que saldrá desde distintos puntos de La Rioja y cruzará la cordillera para conmemorar la hazaña de Nicolás Dávila, héroe de la Independencia, brindamos a los estimados lectores la siguiente nota


CON UN PIE EN EL ESTRIBO HACIA “SAN FRANCISCO DEL MONTE DE COPIAPO”… ¿SABEMOS QUIEN FUE NICOLAS DAVILA?

Elena Brizuela y Doria de Mesquita

El mismo Don Nicolás nos informa sobre su máxima proeza, cuya publicación hizo su hijo Guillermo Dávila en la “Revista de Buenos Aires” (tomo XXIII, pág. 237/256). Tomamos solo un pequeño trecho que dice así: “Mi marcha por la Quebrada del Carrizalillo fue feliz; no encontré un solo hombre en la trasnochada que hice para llegar a la ciudad. Con los primeros albores del Domingo de Carnaval (12 de febrero), llegué a los suburbios de Copiapó. Inmediatamente, desprendí una partida de veinte infantes al mando del Teniente Don Manuel Larrahona, con la orden de desfilar por la vereda N.O., aprovechando la sombra crepuscular y entrar resueltamente en la plaza, tomando a la bayoneta la guardia del cuartel. El bravo Larrahona ejecutó fielmente, sin trepidar, la orden y al tiempo que el centinela disparaba un fusil al oír el grito: ¡Viva la patria! dado con tonante tono por aquel oficial, yo entraba con el resto de la fuerza por la otra bocacalle, los infantes desplegados en guerrilla al paso de trote y protegidos por la caballería”. “(…) No había más fuerzas reunidas en el cuartel que 40 hombres, (…) la empresa produjo los buenos resultados de inutilizar estas fuerzas y economizar la sangre de nuestros milicianos, facilitando la entrada del grueso de la división sin disparar un solo tiro” (…).
“Aunque sea duro decirlo, pero no me es posible dejar de consignar aquí, el riesgo que corrió de malograr este feliz suceso, por la desidia e incomprensible demora del coronel Zelada, para seguir los pasos de mi vanguardia”.
Luego informa que el Jefe de la expedición llegó cuatro días después, acción que no califica, pero no comprende tratándose de un veterano soldado.
Agrega: “El 16 por la mañana entró el coronel Zelada con el resto de la división en medio de los vítores y aclamaciones del pueblo, y al considerar el contingente de estos milicianos, tostados sus rostros por el cierzo helado de los andes, diríase que no se desdecían de la gloria de sus compañeros, que habían triunfado ya a esa hora en las llanuras de Chacabuco”.
* * *
A juzgar por el relato, podemos darnos cuenta que era un hombre entero, culto, decidido, con iniciativa, valiente, que tenía don de mando y sabía lo que tenía que hacer, como también reconocer en los otros sus valores y esfuerzos.
Cuando cruzó los Andes, tenía sólo 31 años recién cumplidos. Un ejemplo espléndido para nuestros jóvenes.
Don Francisco Javier de Brizuela y Doria y Doña María Rosa del Moral y Andrada fueron sus padres. Nicolás, que había nacido el 6 de enero de 1786, era uno de sus once hijos, entre los que se contaban Ramón de Brizuela y Doria y Miguel Gregorio Dávila, que desempeñarían un importante rol en la Historia. El hogar paterno donde se formaron fue en Sañogasta (conforme el censo del año de 1810, casa 14).
Nicolás se casó con Doña María Vicenta Gordillo y Castro el 25 de junio de 1810. Compró tierras en el pueblo natal de su mujer, Nonogasta, construyó su casa y su hacienda, levantó la Iglesia y trajo la sagrada imagen de San Vicente Ferrer desde Copiapó. Inició una tradición religiosa que está plenamente vigente, sostenida por los devotos nonogasteños y los descendientes del fundador.

* * *
Don Nicolás era Comandante de Famatina –dice el historiador Zinny- cuando el Gobernador Martínez, nombrado a fines del año anterior, le dio la orden de preparar dos escuadrones de milicias para el 15 de enero de 1817. ¡Vaya apuro! ¡Poco tiempo le quedaba para semejante empresa!
La entonces Capitanía de Famatina abarcaba los actuales departamentos Famatina y Chilecito, por lo tanto Nonogasta y Sañogasta formaban parte de su territorio; la aclaración es necesaria porque los historiadores dicen que en Famatina Don Nicolás Dávila y Don Francisco Javier de Brizuela y Doria fundieron los primeros cañones argentinos, “para luchar por la libertad”. Y es cierto. Pero no se trata del pueblo que hoy conocemos con ese nombre sino de la citada Capitanía; es probable que esto haya ocurrido en Sañogasta, donde se hacían fundiciones en la sede del Mayorazgo de San Sebastián.
Don Nicolás puso manos a la obra y estuvo listo para la fecha que le fue fijada: “120 hombres, lo más selecto de la juventud riojana, se encontraba el Capitán Miguel Dávila, hermano del Comandante, el Capitán José Benito Villafañe, el Capitán Manuel Gordillo, los Oficiales Mateo Larrahona, Noroña y muchos otros”, dice Zinny en su Historia de los gobernadores argentinos.
También cuenta este autor que la familia paterna de Don Nicolás hizo grandes aportes de pólvora y mulas, con el mismo fin; lo consignamos porque es ilustrativo del carácter familiar y rural de muchos hechos de la época. Don Francisco Javier envió a Cuyo, al Gobernador San Martín, para el fogueo de los soldados y la preparación del ejército, “20 quintales y medio de pólvora, elaborada en su territorio” (Zinny, op.cit., pág. 13). El territorio del donante era Sañogasta; cuando esto ocurrió, Don Francisco Javier ya no era Teniente de Gobernador de la provincia. Más tarde, su hijo Don Ramón de Brizuela y Doria, entonces Gobernador de La Rioja, remitió 30 quintales más. Si consideramos las dificultades y carencias de aquel momento, podemos medir la importancia de estos aportes para la causa de la emancipación, sin considerar otros envíos. El General San Martín lo agradeció especialmente en una carta que se conserva en Sañogasta. Si Don Nicolás no tuvo problemas para fabricar más cañones cuando le fue menester, es porque disponía de la pólvora necesaria. La fábrica que la producía era una de las pocas que había en la Argentina.
La actuación política de nuestro héroe de la Independencia fue rica. En 1812 era Alcalde de primer voto. En 1815 conformaba el grupo de propietarios de minas del Cerro Famatina, con familiares y amigos. Por entonces ya era Comandante de armas en la jurisdicción que comprendía Chilecito y Famatina.
En 1816 organizó y lideró la expedición auxiliar en la campaña libertadora de San Martín a Chile, aunque su cargo fue el de Segundo Comandante. Partió de la antigua Iglesia de Santa Rita luego de oír Misa, con sus 120 milicianos locales y otros 200 venidos de Los Llanos; pasaron por Nonogasta y Sañogasta recogiendo avíos, y cruzaron la Sierra de Sañogasta y los cerros de Aicuña por la senda habitual. En Guandacol se les unió el Primer Comandante Zelada con doce soldados.
Atravesaron campos donde se les facilitó el pastaje en las estancias pertenecientes al Mayorazgo de San Sebastián, como consigna el Cnel. Roque Lanús en su obra “La Provincia de La Rioja en la Campaña de los Andes” (ed. Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, 1946). Resultó providencial que Don Nicolás conociera como la palma de su mano estos lugares, puesto que su padre le había responsabilizado de su administración, según lo atestiguan cartas del archivo familiar.
Luego ocurrió lo ya dicho: la toma de Copiapó y El Huasco con el mayor éxito. El mismo día, 12 de febrero de 1817, lograron su objetivo las cinco columnas que marcharon en la campaña libertadora a lo largo de ochocientos kilómetros sobre la Cordillera de los Andes. Nicolás Dávila fue, en la misión encomendada a La Rioja, el ejecutor audaz y buen estratega, con generosidad para dar todo lo que pudo a la causa de la Independencia.
En 1821 fue Gobernador de La Rioja, hasta 1823. Luego vinieron luchas, fracasos y sinsabores, propios de un país que trataba de erigirse como tal. Largo sería contar todas aquellas vicisitudes. El Dr. Joaquín V. González, su bisnieto, en “Mis montañas”, vuelca sus recuerdos de niño: “Yo he alcanzado a conocerle…; todos los bisnietos le mirábamos con ese temor que inspiraba una imagen venerada… Allí, en su casa-quinta de largos corredores… le veo todavía sentado por las tardes en su sillón de suela… empuñando un grueso bastón de membrillo… Era el patriarca que gobernaba la grey con el derecho innegable de la sangre, y con el poder temido de un carácter que no doblaron jamás los reyes, ni los déspotas de cuchillo…”. “Fue el nervio del municipio riojano cuando el Cabildo regía la ciudad… fue guerrero cuando se le mandó traspasar los Andes… fue estadista cuando hubo que regirse el pueblo por si mismo y fue mártir cuando la barbarie criolla levantó lanzas y sables para devastar y ahogar la obra de la independencia… Muchas veces su cuello estuvo bajo la cuchilla del bárbaro, sus pies encadenados y su hogar invadido por el fuego y el pillaje…”. “Ese patriota ignorado… fue tronco venerable… que veía crecer su prole numerosa… alimentando con su presencia el amor y la ayuda recíprocos…”. Una espléndida descripción, a pesar de su concepto sesgado de civilización y barbarie. La generación del gran escritor no supo valorar debidamente los preciosos elementos civilizadores de nuestra tradición cristiana, sostenida por prohombres como el que hoy merecidamente evocamos.
Don Nicolás Dávila, héroe de la Independencia: noventa años de vida plena y fructífera. El 20 de mayo de 1876, en Nonogasta, Dios le llamó a rendir cuentas de los talentos que le dio, de sus actos, sus luchas y sus obras.







No hay comentarios: