sábado, 26 de octubre de 2013

Los secretos de la Teología de la Liberación: la nueva religión, igualitaria, roja y verde



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NOTICIAS DE ACTUALIDAD COMENTADAS 
PARA LA JORNADA DE CULTURA HISPANOAMERICANA
POR LA CIVILIZACION CRISTIANA Y LA FAMILIA (I)
Ver más abajo nota sobre la 'diosa' Tonantzin


Por Elena Brizuela y Doria
Vamos a sintetizar unas pocas pero importantes  noticias recientes.  Algunas asustan y entristecen, otras nos hacen sentir bien, porque vemos que “cuando las papas queman”, la mejor parte de la sociedad reacciona y pone resistencia al mal. Eso es importante, dan ganas de reunir esfuerzos y luchar, con los ojos y el alma puestos en María Santísima, que es la verdadera Madre, la Medianera de todas las Gracias. Y sabiendo que, como dice la oración, “es terrible como un ejército puesto en orden de batalla”, cuando es necesario.
Comenzamos por una de fundamental importancia: “CONGRESO CONTINENTAL DE TEOLOGÍA”, noticia de la Agencia ACI, con notas y comentarios del sitio Tradición y Acción por un Perú Mayor (*),  y algunos  agregados nuestros.                                                          
Un “Congreso Continental de Teología”, realizado bajo los auspicios de la Universidad Jesuita UNISINOS en San Leopoldo (Brasil), durante cinco días -del  7 al 11 de octubre de 2012-, reunió a los teólogos ‘liberacionistas’ mas destacados.
El ex  franciscano brasileño “Leonardo” Boff (seudónimo de Genésio Darci Boff),  antes de renegar formalmente de la Fe católica y hacerse protestante, era uno de los principales exponentes de la corriente eclesiástica  “Teología de la Liberación”. Esta es  revolucionaria y aparentemente nueva, pero con  viejas raíces.
San Pio X a principios del siglo XX denunció  lo que se llamó “modernismo”, por sus desviaciones con respecto a la doctrina católica. Sobre la base modernista  surge la “Teología de la Liberación”. Dando pasos adelante, rehace sus  energías  en el post-concilio y se expande entre el clero y las religiosas progresistas. Su planteamiento dogmático y su metodología llevan a reformular radicalmente la fe cristiana introduciendo el análisis de conflicto social marxista.
En 1984, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, a cargo del Cardenal Joseph Ratzinger, dio a conocer la “Instrucción sobre algunos aspectos de la ‘Teología de la Liberación’ “, que la condena; su publicación fue ordenada por el Papa Juan Pablo II.  A pesar de esto,  ahora dan una versión  remozada: a los antiguos tonos rojos, le agregan los verdes, completando su tendencia  PANTEISTA: es la ECO-TEOLOGIA MARXISTA con los dogmas básicos del ambientalismo radical. Boff reaparece como su exponente máximo.  



Boff, a puño cerrado, 
cada vez más parecido a Marx


Este Congreso  de San Leopoldo proporcionó algunos avances de esta  “teología de la liberación roja y verde”: lo básico es la ‘opción por los pobres, contra la miseria y la opresión’; lo “clásico” en el contexto de la lucha de clases.
La gran novedad  es que:
“Dentro de esta opción por los pobres se debe introducir al gran pobre que es la Madre Tierra, la Pachamama,  la Magna Mater, la Tonantzin (‘diosa’ mexica),  la Gaia (la ‘diosa tierra’, en griego), es la gran pobre devastada y oprimida.  Y para disipar cualquier duda insistió: “No sólo los pobres gritan; gritan las aguas, gritan los árboles, gritan los animales, gritan los vientos; la tierra grita”. 
Con el correr de los años, la Teología de la Liberación se ha “liberado” más aún. ¿O tal vez  Boff creyó que ya es tiempo de poner sobre la mesa en forma clara su verdadera ideología?  Recordemos la teoría marxista que alimenta  la lucha de clases: `obreros oprimidos’ contra ‘patrones opresores’; en cualquier área, no debe haber un superior o una autoridad, porque esa situación es considerada de opresión.
La novedad planteada por Boff es esta: la tierra grita, el planeta grita.  ¿Qué es lo que gritan? Una nueva lucha de clases, evolucionada: la lucha del planeta ‘oprimido’ contra el ser humano ‘opresor’. Y su desenlace podrá ser que “este organismo que llamamos Tierra y del que formamos parte” -notemos que no dice “en el que habitamos”, sino “del que formamos parte”-, en cualquier momento puede “expulsarnos como si fuéramos células cancerosas”. “Sería, entonces –concluye el artículo, con lógica- la extinción de la humanidad”.
Boff  anunció también quién suplantará al hombre cuando éste desaparezca. Atención, porque parece ciencia ficción: “la «Madre Tierra» -o sea la Gaia, la ‘diosa tierra’- estaría preparando un nuevo ser: un calamar gigante habitado por el “espíritu”, que  substituiría a la humanidad  expelida.  La Tierra se convertiría  en el planeta de los calamares gigantes inteligentes.   Semejante disparate  evoca a determinados dioses de la India, mezcla de hombre y bestia, y se hallaría bien cerca de ciertas representaciones demoníacas clásicas. Sería un singular avatar (encarnación terrestre de un ‘dios’, en el hinduismo),  generado por las entrañas del averno material, pero habitado por un ‘espíritu’ venido de no se sabe dónde.
En esto, que parecen devaneos de demencia senil, hay una lógica: Boff cree que “el universo es autoconsciente”, y que el “organismo”  llamado Tierra “comenzó a pensar, sentir y amar”,  o sea que “el cosmos y nuestro planeta serían seres vivos y pensantes, como cualquier humano” –dice Tradición y Acción.  .  
Aquí se revela la doctrina de fondo de la Teología de la Liberación: es la vieja gnosis, a la vez panteísta y atea; la antigua religión del demonio que niega la existencia de un Dios Creador, personal y distinto de los seres creados, y sostiene que sólo existe una divinidad fragmentada y difusa, esparcida por la naturaleza, incorporada e inmanente en ella.
Está claro que este devaneo panteísta lleva al ex fraile a entender a Dios Uno y Trino no como el Ser absoluto, sino como “la gran energía fundamental”, impersonal. Y a la tierra, Boff  la ve como una “Madre” cruel que exterminaría la humanidad para liberar al “espíritu” que reside en sus profundidades; la tierra sería una especie de dios-demonio. 
Ese exterminio de la humanidad sería necesario para rescatar a la “Madre Tierra” que “está crucificada, hay que bajarla de la cruz, como lo hemos hecho durante décadas con los pobres”. “El grito de la tierra es el grito de los pobres, y el  grito de los pobres es el grito de la tierra, nuestra Madre Tierra”. 
Y continúa: “Dios siempre llega antes que los misioneros y siempre actúa antes que ellos”. Es la visión comuno-tribalista lírica, según la cual  los pueblos primitivos ya ‘viven el Evangelio’ porque están en ‘comunión con la naturaleza’, y por eso son mejores que los civilizados. Las pseudo-revelaciones paganas, antes atribuidas al demonio, serían ahora mensajes emanados de la Tierra pensante.
No cabe duda de que estamos frente a otra religión, opuesta diametralmente a la Fe en Jesucristo. En consecuencia, el “catolicismo actual” sólo merecería sobrevivir si se reformulara y entrase en armonía con esa divinidad que es la “Madre Tierra”, a la cual  el ex fraile y otros teólogos de la liberación  se jactan de estar revelando al género humano.
Nos preguntamos: ¿Las Sagradas Escrituras están fuera de vigencia?  ¿O es que  los teólogos de la liberación han hecho una lectura con mirada marxista?   Porque el planteo  tiene innúmeros puntos en común.  En cambio, la Biblia dice: “Crió Dios al hombre a imagen suya…, criólos varón y hembra. Y echóles Dios su bendición y dijo: CRECED y MULTIPLICAOS, y henchid la tierra y ENSEÑOREAOS de ella, y DOMINAD a los peces del  mar y a las aves del cielo, y a todos los animales que se mueven sobre la tierra…. Y vio Dios todas las cosas que había hecho: y eran en gran manera buenas”. (Gen. I, 27-31)

El Obispo brasilero Mons. Demetrio Valentini
da un discurso en una logia masónica donde fue homenajeado.
Nótese el gran ojo señoreando sobre el conjunto.

Volviendo al  congreso en San Leopoldo, allí estaban  el  dominico peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la Teología marxista de la Liberación, el jesuita español Jon Sobrino, sancionado por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2007 por “falsear la figura del Jesús histórico”, el Obispo de Jales (Brasil), Mons. Luis Demetrio Valentini, conocido por haber criticado la oposición de Obispos brasileños al programa abortista de Dilma Rousseff, y por recibir homenajes de la masonería,  y por muchos otros hechos similares. 
Con acentos mesiánico-subversivos, a pesar de profesar una creencia radicalmente anticristiana, Boff se autodefine así: “eco-teólogo de matriz católica”.
¿Cual es la conclusión de este artículo? La Teología de la Liberación se arranca la máscara y deja ver lo que es: una nueva religión, radicalmente igualitaria y gnóstica, la religión de la Revolución.
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(*) CAE LA MÁSCARA - Teólogos de la Liberación revelan secretos de la nueva religión verde


[1http://www.acidigital.com/archivo.php?fecha=2012-10-23
[2http://assertum.blogspot.com/2012/10/leonardo-boff-pide-reinterpretar.html
[3http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2007/03/19/opinion/4409
[4http://www.fenixnews.com/2012/09/18/un-obispo-participa-en-ceremonia-masonica-otro-les-oficia-la-santa-misa-a-pesar-de-estar-condenada-la-masoneria/
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                           La 'diosa' Tonantzin, envuelta en serpientes, y
                           con garras en lugar de pies, que se intenta confundir
                           con la Virgen de Guadalupe, para destruir la profunda
                            Fe mariana del pueblo mejicano


Me parece oportuno hacer un alto en la síntesis de la noticia para aclarar quien es la “Tonantzin” a quien  Boff declara oprimida y devastada, llamando con ese nombre a la tierra. En Méjico el cerro Tepeyac  es el último que hay que ascender antes de llegar a la misión que tenían los  franciscanos en la ciudad de Tlaltelolco  -año 1531.  Para allí se dirigía el Indio Juan Diego cuando en el Tepeyac  se le apareció la Virgen de Guadalupe. En este mismo lugar es donde los nativos adoraban a una cruel ‘diosa’ que llamaban “Tonantzin”, madre de sus ’deidades’, a quien le ofrecían víctimas humanas. La Virgen María pidió a Juan Diego que allí se edifique para Ella un templo, ciertamente para la evangelización y conversión de los nativos, que abandonaron sus múltiples supersticiones y atavismos, abrazando la fe Católica (según el autor Lesy Barbé, en “Nuestra Señora de Guadalupe, perfil de las apariciones…”, Segunda edición, Verón editores, Barcelona (España, 2002.)                                                                     
 E. B. y D.
 (La presentación de esta ponencia continuará próximamente
con otros hechos de actualidad)

viernes, 11 de octubre de 2013

El Papa del contraataque salvador

San Pío V siempre tuvo la certeza absoluta
del triunfo sobre los enemigos de la Cristiandad
obtenido por intercesión de la Ssma. Virgen.
Incluyó en las Letanías "Auxilio de los Cristianos"
luego de Lepanto
¡Qué maravilla es internarse en la Historia de la Cristiandad y contemplar la galería de héroes, de santos, de gigantes de la Fe y la epopeya!
Pío V acababa de ser elegido Papa. En pleno Renacimiento neo-pagano se daba un “tournant de l’histoire”, un “remolino de la historia”. A las tendencias al relajamiento y el relativismo, el afán de riquezas y placeres, al cálculo político y la razón de Estado imperantes, los Cardenales de la Curia romana, encabezados por San Carlos Borromeo, oponían en el más alto sitial del mundo a un paladín de la Fe sin concesiones, a un religioso que creaba una atmósfera sobrenatural en combate contra la lujuria, a un cruzado capaz de conclamar a toda voz a la vigilancia y al combate contra los enemigos listos para destruir la civilización cristiana.
Era hacerle frente a las tendencias desordenadas en boga, lo que al pueblo y a ciertos sectores dirigentes no les entusiasmaba. Pero él, con sentido de las realidades profundas, respondía: ¡tanto más han de sentir mi muerte! Y sin esquivar el camino sembrado de las espinas de duros deberes a cumplir, seguía adelante, bondadoso, amigable, pero irreductible.
Así presentaba a Felipe II su programa, luego de la elección: destruir las herejías, terminar con los movimientos cismáticos, establecer la concordia y la unidad en el pueblo cristiano, reducir a los rebeldes y purificar las costumbres.
Su responsabilidad por las almas de todo el mundo le causaba espanto “pues es terrible tener que dar cuenta de todos los que por incuria o negligencia mía lleguen a perderse”.
En el gobierno de la Iglesia su gran preocupación fue aplicar el Concilio de Trento, que definió para siempre las grandes verdades reveladas en contraposición a los errores protestantes. En ese espíritu de fidelidad a la Tradición promulgó el Breviario, el Misal, y el Catecismo tridentinos.
El misal de Trento, “conforme a las normas y ritos de los Padres de la Iglesia”, fue promulgado por el Vicario de Cristo para uso general: los seminarios se llenaron, los monasterios volvieron a la observancia, la Inquisición –tan desconocida y calumniada- velaba con firmeza por la unidad e intangibilidad de la Fe.
Nunca perdía de vista el engrandecimiento de la religión y de la fidelidad a la autoridad de la Santa Sede. Consideraba importante el respeto al ceremonial hasta en los detalles, exigía a los embajadores el uso de los trajes prescriptos por la etiqueta pontificia y todo desacato le desagradaba.
“Toda condescendencia con los herejes y los cismáticos le parecía una debilidad”. Su ideal político era “realizar la unidad de los príncipes cristianos para lanzarlos contra los protestantes, los cismáticos y los infieles”[1] .
Su actitud resuelta contra los errores y herejías, a través del riesgoso oficio de inquisidor, le valió ser recibido a pedradas al entrar en Como. A veces, para salvar su vida, debió esconderse como un fugitivo, de noche, en la cabaña de algún campesino. Pero no se dejaba intimidar. Amenazado por un hombre poderoso de ser arrojado al agua, respondía: Será como Dios lo quiera… Pues su confianza en la Providencia Divina en los lances por la buena causa era total; y será una marca fundamental en la epopeya de Lepanto.
El pueblo comenzó a amar al Santo Pontífice de barbas patriarcales que iba adquiriendo fama de santidad. Su sola presencia –decían- obraba conversiones en las filas protestantes. Su estilo y entereza ejercieron una influencia incalculable sobre sus contemporáneos: “su entusiasmo y su ejemplo eran ilimitadamente efectivos”, dice Ranke [2] .
En su ejemplo se veía cómo debía vivir un verdadero Pastor: sus maneras de actuar y organizar sirvieron de parámetro en todo el mundo católico (ibid.)
San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán, hizo pintar su cuadro para mejor imitarlo. Y habiendo este gran Cardenal tomado medidas contra religiosos rebeldes –los “Humillados”- , fue atacado a tiros durante la misa, saliendo milagrosamente ileso. Terribles pruebas y radiantes intervenciones sobrenaturales que acrecentaban la admiración de los fieles por sus pastores.
El Papa era adversario irreconciliable de los pertinaces monarcas y gobernantes enemigos de la Iglesia, en Oriente y Occidente; y era un padre con los príncipes cristianos. Enfermo Felipe II, pilar de Lepanto y la Contrarreforma, San Pío V rogó a Dios que lo curara, pidiéndole que le quitara algunos años de vida y se los diera al Rey Católico. ¡Cuánto habrán pesado semejantes gestos en lograr la “imposible alianza” entre las rivales España y Venecia!
San Pío V, que -como dice Pastor [3] – “a nada se resistía tanto como a tomar las armas”, comprendía como ningún otro en la Cristiandad la necesidad urgente de unirse y empuñarlas contra las potencias anticristianas como único medio eficaz para salvarla. No sólo como lo vería un gobernante previsor y realista sino con una visión inspirada, sobrenatural, de Vicario de Cristo. Prometió emplear todo el caudal del Papado e ir en persona a dirigir una cruzada contra la Inglaterra protestante. ¡Cuántos males se podrían haber evitado así! A los ingleses fieles les dijo que deseaba derramar su sangre por ellos .
Este era el Papa que lograría forjar una liga católica que sus contemporáneos –prelados, generales, príncipes- consideraban imposible. Parafraseando y dando su verdadero sentido a un slogan de la infecta revolución de la Sorbona (’68), podríamos expresar su idea en estos términos: “Sea realista [confíe en la ayuda de Dios por medio de María y] exija lo imposible”. Así actúan los grandes hombres inspirados por la Providencia, y vencen.
San Pío V logró formar un poder de estados cristianos hermanados impregnado de sentido católico. “Y así se llegó, en Lepanto, al día de batalla más feliz que los cristianos hayan tenido jamás” (Ranke).
Continuaremos. (Nota: sobre Lepanto ver también nuestro artículo del 7 de octubre pasado).

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[1] Cfr. Fr. Justo Pérez de Urbel, “Año Cristiano”, Ed. Poblet, Buenos Aires, p. 253

[2] Leopold von Ranke, „Die Römischen Päpste in den letzten vier Jahrhunderten“, t. 1, Gutenberg-Verlag Christensen & Co., Wien, p. 206

[3] „Geschichte der Päpste – Im Zeitalter der katholischen Reformation und Restauration – Pius V (1566-1572)”, Freiburg im Breisgau 1920, Herder & Co., p. 539


martes, 8 de octubre de 2013

Carlomagno, forjador del Imperio cristiano en Europa (para clases de Historia)



CARLOMAGNO,
forjador del Imperio cristiano
en Europa 
Notas para clases de Historia
R
ey de los Francos, luego emperador, realizó durante su célebre reinado de 42 años (768-814) uno de los más altos designios de la historia, la unidad de Europa occidental en un imperio cristiano.
Su amigo Eginardo nos dejó su biografía, Vita Karoli, basada en documentos de época.
Hijo de Pipino el joven, o el breve, y de Bertrada, Carlomagno era un franco de lengua germánica, de estatura mediana, fuerte y corpulento, que amaba la caza y la guerra. Se esforzaba por aprender a leer y escribir, admiraba la cultura, y estaba inspirado en una alta idea de su misión de emperador cristiano.
El reinado del gran carolingio incluyó una serie de conquistas que integraron la unidad franca en territorios extensos, que incluyeron Aquitania, Baviera y otros feudos.
En Germania debió luchar 30 años para enfrentar la resistencia de los sajones.  La capitular de 785 estableció en Sajonia el cristianismo como religión obligatoria. También sometió a los frisones.
En las fronteras orientales se topó con los eslavos y contuvo en las márgenes del Danubio a los Avaros, semi-nómades asiáticos que se convirtieron en tributarios.
Al sur se mezcló en las querellas de los musulmanes de España. A la vuelta de una expedición contra Zaragoza, la retaguardia de su ejército con algunos de sus mejores jefes, como el Conde Roland, fue sorprendida y masacrada por bandas gasconas en el paso de Roncesvalles, episodio que se transformaría en la Chanson de Roland, célebre cantar de gesta.
Carlomagno debió intervenir también en Italia donde la realeza franca había establecido lazos con el Papado.
En una primera campaña recibió del Papa Adriano I el título de Patricio de los Romanos. Capturó al rey rebelde de los Lombardos y confirmó la donación hecha por su padre, Pipino el joven, a la Santa Sede.
Al término de esta “dilatatio regni” las fronteras del reino franco alcanzaban el Elba, el Danubio, los Alpes, Italia meridional y la cuenca del Ebro.
Fue entonces que, encontrándose en la corte pontificia, surgió la idea de hacer revivir a favor del señor de Occidente el título imperial.
El sabio Alcuino preparó al rey y a sus contemporáneos para la idea-fuerza del imperio cristiano. Llamado a Roma para restablecer el orden, Carlomagno recibió emotivos homenajes. El 25 de diciembre, en la Navidad del año 800, en una ceremonia histórica en la basílica de Letrán, el Papa León III pone sobre su cabeza la corona imperial en medio de las aclamaciones del pueblo.
La corona no significaba nuevos dominios pero sí grandes honores y responsabilidades: el Emperador de Bizancio tardó 10 años en reconocerla.
Carlomagno, gran conquistador, no logró darle a su Imperio una organización política suficientemente duradera. El lo recorría en todas las direcciones en sus constantes viajes sin fijar una capital, para darle vida a las distintas regiones y evitar el centralismo. Recién al final de su reinado, Aquisgrán (Aachen en alemán, Aix-la-Chapelle en francés) fue su residencia preferida, pero siguió la costumbre de los reyes francos de tener palacios en las villas, que cumplían funciones de gobierno, e ir de ciudad en ciudad. Siguió confiando en sus ayudantes y condes, legislando con el consejo de los hombres de experiencia mediante capitulares. No exigía grandes contribuciones de sus tierras.
Para gobernar y comunicarse con sus dominios creó los “missi dominici”, “enviados del señor” itinerantes, desarrolló el uso de actas de gobierno escritas y recurrió a la difusión del juramento vasálico o vasallático.  Esto ligaba los súbditos al rey y entre sí por lazos personales, en un contrato que daba lugar a afectos y servicios mutuos en una escala jerárquica no predeterminada. De ahí fue naciendo el régimen feudal característico de la Edad Media.





L
as iniciativas civilizadoras de Carlomagno lanzaron una simiente fecunda. Le preocupaba mucho la formación intelectual y moral de los sacerdotes (el Clero), por lo que lanzó una reforma escolástica llamando a doctores extranjeros como Alcuino, Pablo Diácono y el español Teodulfo, agrupados en la academia palatina que dirigía el movimiento. La creación de la escuela del palacio y de escuelas episcopales y monásticas en todo el Imperio abrió camino al renacimiento de las letras y el pensamiento del siglo IX.
También contribuyó al establecimiento de una liturgia eclesiástica inspirada en los usos y costumbres romanos.
Durante su reinado se formaron los ateliers de copia en los monasterios, en la escritura carolingia que usa los caracteres de imprenta. Las abadías que se construyeron y el arte de iluminación de manuscritos anunciaban una época nueva.
No parece que le haya preocupado mucho la sucesión imperial. Hizo un reparto de sus estados entre sus tres hijos en 806. La muerte de los hermanos mayores mantuvieron la corona al hijo menor, Luis el piadoso (Ludovico Pío). Carlos murió en Aquisgrán el 28 de enero de 814.
Para J. Calmette, Carlomagno tuvo una visión de las realidades y un espíritu de decisión que le permitieron gobernar los acontecimientos: su reinado estuvo bajo el signo del genio.
Ganshof  destaca que siempre actuó con constancia, pero sus descendientes no pudieron mantener por un tiempo la unidad imperial, que se desmembró, hasta que por acción de grandes familias alemanas y del Papado se reconstituyó ya como Sacro Imperio Romano Germánico, por un lado, que duró hasta la Edad Contemporánea, y Francia por el otro, “los dos principales florones de su corona”.
Cualquiera sea la opinión de historiadores y pensadores, nadie puede negar el lugar preeminente que ocupó como forjador de la unidad de Occidente, y su recuerdo y su leyenda no dejaron de encantar a las sucesivas generaciones.
(cf. Dictionnaire des Biographies, bajo dirección de Pierre Grimal, Universidad de la Sorbonne, Paris).

martes, 1 de octubre de 2013

La verdadera santidad es fuerza de alma y no blandura sentimental

                                     
                                      Bellísima fotografía de Santa Teresita rezando el Rosario
                                   Imagen deformada de Santa Teresita comentada en el artículo
                          Fotografía auténtica de Santa Teresita, meses antes de su muerte (1897),
                                                          también comentada en el artículo



Ambientes – Costumbres - Civilizaciones
La verdadera santidad es fuerza de alma
y no blandura sentimental
Plinio Corrêa de Oliveira
La Iglesia enseña que la verdadera y plena santidad es el heroísmo de la virtud. La honra de los altares no es concedida a las almas hipersensibles, débiles, que huyen de los pensamientos profundos, del sufrimiento punzante, de la lucha, de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
Teniendo en cuenta la palabra de su Divino Fundador, “el Reino de los Cielos es de los violentos”, la Iglesia sólo canoniza a los que en vida combatieron auténticamente el buen combate, arrancando el propio ojo o cortando el propio pie cuando causa escándalo y sacrificándolo todo para seguir sólo a Nuestro Señor Jesucristo.
En realidad, la santificación implica el mayor de los heroísmos, pues supone no sólo la resolución firme y seria de sacrificar la vida si fuera preciso, para conservar la fidelidad a Jesucristo, sino aún la de vivir en la tierra una existencia prolongada, si así fuera el designio de Dios, renunciando a todo momento a lo que se tiene de más apreciado para aferrarse tan sólo a la voluntad divina.
Cierta iconografía, lamentablemente muy en uso, presenta los Santos bajo un aspecto bien distinto: criaturas blandas, sentimentales, sin personalidad ni fuerza de carácter, incapaces de ideas serias, sólidas, coherentes, almas movidas tan sólo por sus emociones y, pues, totalmente inadecuadas para las grandes luchas que la vida terrenal trae siempre consigo.

                                              *          *         *

La figura de Santa Teresita del Niño Jesús fue particularmente deformada por la mala iconografía. Rosas, sonrisas, sentimentalismo inconsistente, vida suave y despreocupada, huesos de azúcar candy y sangre de miel… es la idea que nos dan de la grande e incomparable Santa.
¡Qué distinto es todo esto del espíritu amplio y profundo como el firmamento, resplandeciente y ardiente como el sol, y  no obstante tan humilde, tan filial, con el que se entra en contacto al leer la “Historia de un Alma”.

                                             *          *          *
Nuestras dos últimas ilustraciones (nota: al cierre de la edición agregamos la que aparece en primer lugar y muestra a Sta. Teresita rezando el Rosario, recibida de nuestros amigos de la agencia ABIM) presentan, por así decir, dos “Teresitas” distintas, y hasta opuestas una a la otra. 
La primera, carente de todo heroísmo: es la Teresita insignificante, superficial, almibarada, de la iconografía romántica  y sentimental. La segunda es la Teresita auténtica, fotografiada el 7 de junio de 1897, poco antes de su muerte, que ocurrió el 30 de septiembre del mismo año. La fisonomía está marcada por la paz profunda de las grandes e irrevocables renuncias. Los trazos tienen una nitidez, una fuerza, una armonía que sólo las almas de una lógica de hierro poseen. La mirada habla de dolores tremendos, sentidos en lo que el alma tiene de más recóndito, pero al mismo tiempo deja ver el fuego, el aliento, de un corazón heroico, resuelto a ir hacia delante cueste lo que cueste.
Contemplando esta fisonomía fuerte y profunda, como sólo la gracia de Dios puede hacer que sea el alma humana, se piensa en otra Faz: la del Santo Sudario de Turín, que ningún hombre podría imaginar, y tal vez nadie se atreva a describir.
Entre la Faz del Señor muerto, que es de una paz, una fuerza, una profundidad y un dolor que las palabras humanas no logran expresar, y la faz de Santa Teresita, hay una semejanza imponderable pero sumamente real. ¿Y qué tiene de extraño que la Santa Faz haya impreso algo de Sí en el rostro y en el alma de aquella que, en religión, se llamó justamente Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz?

Serie “Ambientes – Costumbres – Civilizaciones” – “Catolicismo” nº 30 – Junio de 1953